Sabido es que no todas las empresas y organizaciones
disponen formalmente de un departamento de comunicación institucional. Sin
embargo, gerenciada o no, ella existe y es inocultable.
De esto se desprende que, inexorablemente, siempre
existirá alguien que conciente o no de ello, estará encabezando una acción
comunicativa (una llamada telefónica, una respuesta vía mail, etc.). Ahora
bien, en esta oportunidad nos dedicaremos a pensar quién es el colaborador más
apto para encargarse de las piezas escritas de comunicación en una empresa.
Posiblemente, en aquellas organizaciones sin una
gestión comunicacional planificada, cada material escrito estará diseñado por
un integrante del área que esté emitiendo ese mensaje. Así, cada sector tendrá
su propio “comunicador” para aquellos momentos en los que necesitan informar,
persuadir, pedir o contar.
Sin embargo, se corre el riesgo de perder identidad
institucional puesto que cada representante funcional incorporará a su texto formas,
estilos y mecanismos de escritura diferentes y eso, analizándolo
holísticamente, repercute en la formación de un discurso único, factor clave
para una reputación sostenida (imagen institucional).
La figura del redactor
corporativo viene a dar respuesta a esta cuestión, convirtiéndose en el
“unificador” y en el “guardián” de los modos de expresión que hacia fuera (o hacia
adentro) la institución manifiesta.
Entonces, ¿Cuáles son las características básicas que
este redactor deberá poseer?
Primero y principal: técnicas y herramientas de escritura. Esto se adquiere. No hay
dones divinos que nos permitan escribir bien. Hay que estudiar, leer y
practicar. Por otro lado, no tener
errores ortográficos, algo que también se aprende y que día a día es más
sencillo de solucionar gracias a las correcciones automáticas de las
computadoras y a los diccionarios online que encontramos en Internet.
También es importante contar con algunos criterios de
redacción: criterios de relevancia (saber
discernir entre lo importante y lo secundario), criterios de precisión y concisión (olvidar el precepto de “más es
mejor”), criterios de adecuación
(amoldar el texto a la situación contextual y a las características de los
receptores).

Y si estás trabajando en una empresa que no dispone
de redactores y consideras que cumplís con estos atributos, no esperes más.
Acercate al directorio, elabora una propuesta, ofrece tu servicio y verás los
resultados. Las empresas necesitan personas con iniciativa… ¡Hacé la
diferencia!
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